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Monseñor Oscar Sarlinga

GRAN PARTICIPACIÓN DE FIELES EN LAS FIESTAS PATRONALES EN EXALTACIÓN DE LA CRUZ

Capilla del Señor, 14 de septiembre de 2009, (Diócesis de Zárate-Campana)

Campana, 14 de septiembre, de la Delegación de comunicación institucional

El partido de Exaltación de la Cruz, con su ciudad cabecera, Capilla del Señor, celebró sus fiestas patronales el día 14, con una novena que la precedió y con su día de fiesta, que incluyó el tradicional repique de la «campana Centenaria», con la adhesión del cuerpo de Bomberos Voluntarios, toque de sirena y salva de bombas, y a continuación el izamiento del pabellón nacional, a cargo de autoridades y vecinos, en la Plaza San Martín, con Suelta de palomas.

A las 10:00 tuvo lugar la celebración de la Santa Misa, que fue presidida por el Sr. Obispo Mons. Oscar Sarlinga y concelebrada por 15 sacerdotes, entre los cuales los dos vicarios generales, el R.P. Tomás Llorente Martínez, msf, y Mons. Edgardo Galuppo, así como el cura párroco, Pbro. Walberto Morales. Como es de tradición centenaria, a continuación de la Santa Misa se encolumnó la procesión alrederor de la plaza, presidida por la preciosa imagen de Cristo Crucificado (del siglo XVIII) y la reliquia de la Vera Cruz, portada por el Obispo. En la procesión participaron las autoridades municipales y gran cantidad de fieles y al final de ella el Obispo bendijo al pueblo presente junto al atrio de la iglesia con la sagrada reliquia.

 

 

 

Ofrecemos a continuación la homilía de S.E. Mons. Oscar Sarlinga

I

LA CRUZ PASCUAL EN EXALTACIÓN DE LA CRUZ

Este año las Fiestas Patronales de esta comunidad parroquial y de ese partido se realizan bajo el lema: "La caridad es amor recibido y ofrecido"1, frase que, en cierto sentido, resume el Misterio de la Cruz en nuestras vidas, puesto que el sufrimiento reproducido en el Cuerpo místico de la Iglesia por la muerte de Cristo, es contribución a la redención de la humanidad, en la caridad, y aseguran la participación en la gloria del Resucitado, el mismo Jesucristo. De ese modo, desde el interior de nuestra vida, el mundo es consagrado a Dios en el Amor2.

Esto nos deja un gran mensaje. ¡Y un gran mensaje de esperanza!. La caridad verdadera, efectiva, transformadora, la caridad como virtud teologal realizada y vivida hace que nuestra relación con el mundo de hoy no sea mundanidad o puro naturalismo, sino expresión del Amor y d ela misión de Cristo. Esta caridad realizada y vivida es raíz de esperanza, tan necesaria, esperanza que siempre resurge, incluso cuando los frutos exteriores de nuestro esfuerzo y de nuestro trabajo se vean escasos, o falten del todo. Nuestra vida cristiana, más que por las obras externas, aunque éstas son importantes, y muy importantes, se hace fecunda sobre todo por el Amor de Cristo, que nos impulsa a la donación total de nosotros mismos, en las condiciones de la vida común de cada día.

¿Podríamos dejar de ver que esta donación por Amor se hace tanto más necesaria en nuestro tiempo?. Porque son tiempos en los que la humanidad se encuentra en un momento crucial de su propia historia. Más que un «mundo nuevo» (porque ya hace siglos que se habla de un «mundo nuevo» que está surgiendo) surgen nuevos aspectos de un «mundo viejo» tanto más necesitado de la perenne «novedad» del cristianismo, que hace nuevas todas las cosas. Es verdad que las personas buscan nuevas formas de pensamientoy de acción, muchos están convencidos de una autosuficiencia sin la fe y sin la gracia divina, a nadie escapa que existe cierto trágico divorcio entre la fe y la vida vivida, e incluso entre pensamiento científico y crecimiento en la fe, en la fe en el Dios viviente. Esto no tiene porqué ser así, forma parte de la relación entre el orden natural y el orden sobrenatural. La Iglesia católica, pensándose a sí misma respecto de su misión ante el mundo y la sociedad, se vio como "sacramento universal de salvación", con plena conciencia de que no se puede dar plenitud humana sin la gracia, sinel Verbo de Dios, que “(…) es el fin de la historia humana, el punto focal de los deseos de la historia y de la civilización, el centro del género humano, la alegría de todo corazón, la plenitud de sus aspiraciones”3.

Por eso la Cruz está llena ya, ella misma, de la Luz Pascual, que quedó como oculta en la Crucifixión y Muerte del Salvador, pero estalló de esplendor en la Resurrección. Por eso, para nosotros, siempre la Cruz es Cruz Pascual, aunque a veces no alcancemos a discernir su Luz, o ésta no se haga tan manifiesta en nuestras vidas. Con ocasión de la reapertura de la Capilla Paulina, en el Vaticano, el Papa Benedicto XVI se refirió a los rostros de San Pedro y San Pablo, pintados al fresco, los cuales están uno frente al otro. Dejó ver su Santidad cómo el rostro de Pedro se dirige al rostro de Pablo, el cual no ve, pero lleva en sí la luz de Cristo resucitado, y de allí colige que “(… ) es como si Pedro, en la hora de la prueba suprema, buscase la luz que le ha dado la verdadera fe a Pablo. He aquí que, en este sentido, los dos íconos llegan a ser como los dos actos de un único drama: el drama del Misterio pasucal: Cruz y Resurrección, muerte y vida, pecado y gracia”4.

Cual recuerdo perenne de sus orígenes religiosos, el espléndido escudo del partido, dividido en cuatro cuarteles, resalta, de entre los símbolos que le dieron nacimiento y razón de ser, a la Cruz hallada por Barragán, originante de la fundación del pueblo, según el relato de tradición oral. En el segundo cuartel del escudo, la refeencia al acontecimiento de la detención dela carreta con la imagen de la «Virgen de Luján» en el año 1630, junto a la Cañada de la Cruz, nos recuerda la presencia de la Virgen Madre en estas tierras, como signo de bendición. No faltan las espigas de trigo entrelazadas, signo de la riqueza de la tierra y también las manifestaciones de la educación, la cultura y el progreso científico.

Exaltación de la Cruz nació, precisamente, con el signo de la Cruz de Cristo, pues ya en épocas de la segunda fundación de la ciudad de Buenos Aires, en 1580, estas tierras eran conocidas como el "Pago de la Cañada de la Cruz", en razón del arroyo que conservó su denominación a través de los siglos. Como es por todos conocido, en en año 1750, Francisco Casco dona una capilla, dada en llamar "del Señor de la Exaltación de la Cruz", y fue el entonces Obispo de Buenos Aires, Fray Juan de Arregui, quien, habiendo realizado su visita pastoral a la Capilla y su zona de influencia, la erigió en Viceparroquia, determinando que el Teniente Cura de San Antonio de Areco, el Pbro. Miguel González de Leyva, actuara en calidad de vicepárroco. Esos son los orígenes y, como tantas otras ciudades, el pueblo se formó alrededor de la iglesia, con sentido de fe y civilización.

La Cruz pascual brilló también en Exaltación de la Cruz, cuya ciudad cabecera se llama, por sus orígenes, Capilla del Señor.

II

LA FIESTA DE LA «EXALTACIÓN DE LA CRUZ»

Esta fiesta recuerda dos acontecimientos principales con relación a la Santa Cruz de Cristo, siendo el primero su descubrimiento, realizado por Santa Elena, la madre del emperador Constantino el Grande, ocurrido el 14 de septiembre del año 320, y de aquí la fecha que se ha conservado para la Fiesta religiosa. De hecho, la Basílica del Santo Sepulcro fue mandada construir por la madre del emperador, tras el descubrimiento, y la Fiesta en honor de la Cruz fue celebrada por primera vez en el año 335. El segundo acontecimiento dice referencia a la recuperación de la Cruz de manos de los persas, los cuales habían invadido y arrasado la Tierra Santa, llevándose, por orden del Rey Cosroes Parviz, también la Cruz como botín de guerra después de haberse apoderado de Jerusalén y haber hecho muchos miles de mártires cristianos. Con las vicisitudes de la historia, catorce años después, el Rey Heraclio de Constantinopla, que había trabado guerra con los persas, venció a Cosroes, tomó de nuevo la Verdadera Cruz, y entró en Jerusalén portándola, habiéndola repuesta sobre el monte Calvario. Este hecho ocurrió el 3 de mayo del año 629, año a partir del cual el pueblo cristiano celebra con toda solemnidad la fiesta de la «Exaltación de la Cruz», aunque con la fecha de su descubrimiento.

Todos estos acontecimientos en torno de la Fiesta de la Exaltación de la Cruz nos muestran una vez más el sentido profundo de este Misterio: cómo la glorificación de Jesucristo pasa a través de su sufrimiento y entrega, sometiéndose voluntariamente a la condición de esclavo (y de hecho la crucifixión era el suplicio destinado a los esclavos). La Cruz se transformó en el símbolo y compendio de la religión cristiana porque la evangelización primera, la de los Apóstoles, es la presentación de Cristo crucificado, muerto y resucitado.

III

LA CRUZ PASCUAL, PRESENCIA Y ACCIÓN TRANSFORMADORA DESDE DENTRO

Creo que esta Festividad, la de la Cruz Pascual, ha de animarnos nuevamente a creer en la Iglesia como una realidad viviente, visible y espiritual al mismo tiempo5, realidad que vive y se desarrolla en la historia6, compuesta por muchos, muchísimos miembros y órganos diversos, pero que están íntimamente unidos entre sí7 por la Gracia, y son partícipes de la misma fe, de la misma misión, y por consiguiente de la misma responsabilidad, cada uno con sus dones y carismas dados, para la edificación y crecimiento de la comunidad, por el único Espíritu vivificador8. Esta creencia nos une, y nos da fuerzas e impulso, porque sólo en la concordia y en la unidad se puede crecer.

El olvidar que, sin ser del mundo, estamos en el mundo, sería olvidar el sentido de la responsabilidad cristiana respecto de nuestra sociedad de hoy, y del llamado a “(…)iluminar y ordenar todas las realidades temporales (…) a fin de que siempre se realicen y prosperen según Cristo, y sean para alabanza del Creador y Redentor"9. Es ese llamado el que nos hace profundizar en la conciencia del hecho que la Iglesia “(…)camina junto con toda la humanidad, y experimenta junto con el mundo la misma suerte terrena, y es como el fermento, y casi el alma, de la sociedad humana”10. ¿Reasumiremos esa misión, en esta privilegiada oportunidad de esta Fiesta de la Exaltación de la Cruz?. Porque el Señor nos habla, se dirige al interior de nuestros corazones, nos impulsa a asumir su Amor y llevarlo a los demás. A todo don, le corresponde una responsabilidad. Y ésta se realiza en la vía de un camino, personal y comunitario, de fe, entroncado en el Gran Camino que es Jesucristo mismo, el cual “(…) no ha venido a enseñarnos una filosofía, sino a mostrarnos el camino que conduce a la vida”11, como nos lo ha dicho en el día de ayer el Papa Benedicto XVI.

Tenemos una ayuda poderosísima, es la invocación a la Virgen María, para que, como le rogó en el día de ayer el Papa Benedicto, Ella «pida para nosotros el don del coraje, para que en cada situación testimoniemos que la cruz de Cristo no es para nosotros motivo de escándalo» (…) por ser «signo del infinito amor de Dios, en el cual se cumplió nuestra salvación»12. Que Ella nos guíe como «Estrella de la evangelización», Ella, que estuvo, sufriente como ningún otro ser humano, junto a la Cruz de su Hijo, lo vio triunfante en su Resurrección gloriosa, y goza del esplendor de su Hijo, que está junto al Padre y al Espíritu, y vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos, nos dé coraje para vivir cada día más su Reino, el que no tendrá fin.

 

 

 

1 BENEDICTO XVI, Enc. Enc. Caritas in veritate, n. 5.

2 Cf CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm.Lumen gentium, 34.

3 CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, 45.

4 BENEDICTO XVI, Alocución en la celebración de las Vísperas, con ocasión de la reapertura de la Capilla Paulina, Ciudad del Vaticano, 6 de julio de 2009, en: L’Osservatore Romano – Ed. en lengua italiana, 6-7 luglio 2009.

5 Cf CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm.Lumen gentium, 8.

6 Cf . Ib., 3, 5, 6, 8.

7 Cf. Ib.ib., 7.

8 Cf. Ib., 7, 12.

9 Ib. 31.

10 CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, 40.

11 Benedicto XVI, Alocución del Ángelus, en la vigilia de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, Castelgandolfo, 13 de septiembre de 2009.

12 Ibid. En este sentido, el Papa ha explicado que Jesús tuvo que hacerles entender a sus discípulos que “(…) no basta creer que Él es Dios, sino que movidos por la caridad, es necesario seguirle en su camino, el de la cruz”. “Jesús no ha venido a enseñarnos una filosofía –ha enfatizado Benedicto XVI- sino a mostrarnos un camino, el camino que nos conduce a la vida. Este camino es el amor, que es la expresión de la verdadera fe. Si uno ama al prójimo con corazón puro y generoso, quiere decir que conoce verdaderamente a Dios. Si en cambio uno dice que tiene fe, pero no ama a sus hermanos, no es un verdadero creyente” (Ibid).

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