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Monseñor Oscar Sarlinga

1ro de octubre. Fiesta de Santa Teresita del Niño Jesús.

Pintura de Santa Teresita del Niño Jesús que hizo Sor Genoveva de la Santa Faz (Celina), para el momento de la beatificación de su hermana. Esto es, viene de mano de alguien que no sólo la conocía mucho, sino que conocía la expresión de su rostro, el brillo de sus ojos.

La santa de los anawin, los sencillos, los pequeños, los pobres de Yahweh, los que derraman en el Padre toda la dulzura de su corazón y toda la amargura que pudieron infliglirles. Los pobres de Yahweh son los que descorren el velo, desvelan, la revelación cumplida en Cristo.

Un santo, una santa, es un ser humano que “escuchó”, que acogió en sí la voz de Jesús, el cual se hizo pequeño hasta igualarse con nuestra pequeñez, y aún se abajó, se anonadó, hasta la ignominia de la Cruz (Cf. Fil. 2, 7-8); un santo es un ser humano que aprendió de Cristo, que se hizo pobre, cuando era la riqueza misma (Cf. 2 Cor. 8, 9), que se hizo hermano de todos, al punto que pudo definirse como «el Hijo del hombre» (Mt. 8, 20ss) y fue considerado socialmente como el «Hijo del carpintero» (Mt. 13, 55).

Un santo, una santa, es alguien que, como Jesús, derrama sobre el Padre tanto la amargura como la dulzura que coexisten en su corazón, puesto en contacto ya sea con hombres injustos, rebeldes e impíos, como con hombres fieles y que viven la piedad. Como Cristo, un santo desvela el plan secreto de la revelación: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los prudentes, y lo has revelado a los sencillos. Sí, Padre, porque así lo has querido» (Mt. 11, 25-26).

Quienes crean que la santidad tenga al milagro como manifestación más común o especial, más bien se equivocan. Los milagros han existido y existen. El milagro puede verificarse, y constituir un signo manifiesto de virtud, de carismas extraordinarios y si se verifica es signo de santidad, y por consiguiente se hace meritorio de honra y confianza.

Pero la santidad es más bien a ser buscada en otras manifestaciones, las cuales exigen en el observador unas particulares condiciones de espíritu: se la debe buscar en la semejanza con Cristo, el Modelo, el Maestro, el verdadero Santo, que un ser humano santo refleja en sí y a través de sí. Por eso, el culto de veneración a los santos no es otra cosa que una “búsqueda de Cristo” a través de algunos de sus seguidores, más fieles y favorecidos.

Santa Teresita fue fiel, “es” fiel por la eternidad, porque vive en el seno de la Trinidad Santísima, junto a la Virgen María, los ángeles, y la nube inmensa de testigos que son los santos.

Ruega por nosotros.

Oscar Sarlinga

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